Carta
Temblaba el lapicero entre sus manos arrugadas. Esas manazas grandes que mantenían el palito de madera sujeto con miedo y ternura, temiendo quebrarlo en cualquier momento. Al igual que se sostiene un bebé.
Y la cuartilla blanquita le miraba desde abajo, como preguntándole “¿ya vas a escribir, o me toca esperar un rato?” y el pobre hombre daba vueltas al lapicerito y lo posaba en la mesa, al lado de la cuartilla para que pudieran conversar y así se dijeran qué garabatear en la primera carta que escribiría en su vida.
Debía ser algo importante, no una bobada cualquiera . Tenía que ser algo hermoso que cuadrara con los alegres colores de las estampillas que miraban de lado y esperaban en un cajón.
Como o quería ensuciar la cuartilla, que tan brillante le guiñaba los ojos, pensaba y pensaba. Y de tanto pensar no se durmió en toda la noche y se quedó mirando por la ventana. Y cuando ya la noche había pasado, agarró al lapicero con fuerza y sacando la lengua hacia un lado para mantener el pulso firme, escribió:
Ya se fueron los vencejos.
Y la cuartilla temblaba de alegría mientras la doblaban.
3 comentarios
la sombrilla insolada -
Keira -
Periko -
¿La echó de menos algún día cuando la mandaron o simplemente sabía que estaba destinada a acogerse en la seguridad del sobre?