...de cada día.
Pues mire usté. Aquí esta una, abrazada al mundo. Porque si una no se abraza a algo, a fuerza se tiene que caer. Que yo me abrace al mundo no es cosa de casualidad, pero es algo que está muy bien para agarrarse. Porque mantienes los pies tocando suelo, que es donde está lo importante del asunto. Que por mucho que te menees, ya puedes tú, abrazada como estás, mover el pie para un lado o para otra y mantenerte siempre tiesa. Que luego pasa, lo que pasa. Lo que nos ha pasado a muchos. Que si te agarras a un sitio que sea pequeño y esté por encima, los pies se te acaban despegando de la tierra. Sí, sí, que no me lo invento. Primero uno, despacito y sin que te des cuenta, pega pequeños brinquitos y luego como si flotara, se queda de puntillas. El dedo gordo, ese es el que más sentido común tiene, pero al final siempre lo acaban liando. Y allá que va, con los demás. El pie en el aire. ¡Y cuestión de tiempo que se te vaya el otro detrás!. Y entonces te quedas colgando. Como un pasmarote, agarradita a la barra como un trapecista. Y mirando hacia arriba, a tus manos, pobrecitas, soportando lo que los pies deberían hacer por ellas. Se lo digo yo. Abrazada al mundo es como mejor se está, que es muy grande y cabemos todos. ¿Qué hay gente que prefiere que se le balanceen las rodillas? Quite, quite, que una está mayor para eso y las rodillas acaban doliendo con el trote. Pegadita al suelo y sin perder de vista mis pies, que igual en un arranque de rebeldía, les da por intentar moverse sin mi permiso. ¡Una barra! ¡Y bien tostadita! Buenos días, hasta mañana.
Y se marchó. Abrazada a su barra de pan.
5 comentarios
Ninch -
Bah...especulaciones estúpidas.
Lindo post.
Deyector -
nadie -
noemi -
Hipocresía atea -