Una sensación parecida.
"¡Dí Pamplona, corre, dí Pamplona!" "¡Pamplona!", y los trocitos de rosquilla caían en delicada lluvia silenciosa por toda la cocina. "¡Ahora dí Parapente!" Y las carcajadas se desgranaban, alegres, cantarinas y se pegaban a las paredes y a mis oídos. Risas inocentes que ascendían a lo largo de la garganta y se escapaban a través de la boca sin perjudicar, saliendo disparadas para estallar, como lo hacen los fuegos artificiales, y quedarse grabadas para siempre en el recuerdo. Y avanzaban por el pasillo, por el suelo, se hacían más más vivas, chorreaban por el patio interior, iluminando sus paredes ennegrecidas con el brillo de la despreocupación y un sentiiento compartido. Cuatro voces que danzaban juntas, saltimbanquis, nerviosas, queriendo ser, juntas, de la mano.
Y me parece casi imposible que algo que rezuma tanta felicidad, pueda ser recordado con tristeza.
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Deyector -