Conmigo misma.
- Estás escriibendo sobre la lluvia, ¿verdad?
- Sí.
- Y sobre lo gris y blanco que hoy está el día.
- Sí.
- ¿Sabes lo plagado que estarán hoy los blogs de lluvia y días grises?
- ¿De gente que viva aquí?
- De gente que viva en cualquier ciudad en la que esté lloviendo. Y sé palabra por palabra en lo que se va a convertir tu texto, el texto de todo el mundo.
- ¿ah sí?
- Si. Se llenará de hojas que aspiran a ser doradas, de la madera mojada de los bancos, de los charcos que están naciendo, del ladrillo oscurecido por el agua.
- ...
- De la piel erizada y el gesto de volverte pequeña bajo el jersey. De un cielo al alcance de la mano, blanquecino y desgarrado. Del recuerdo de katiuskas y trenkas rojas.
- ...
- Seguro que no faltarán unas manos frías a las que nadie sujeta para darles calor, ni el aluminio empañado de la ventana. Tampoco la hierba muerta de color marrón. Ni el brillo de la tierra que se pega a los zapatos porque quiere formar parte de algo menos infinito.
- A veces llego a odiarte.
- No lo hagas. Solo pretendo ayudarte.
- ¿Sabes lo que no has mencionado?
- No, ¿qué?
- Pues - sonrío - Paraguas.
- Lo vas a escribir de todos modos, ¿verdad?
- No, no lo haré.
- Sí.
- Y sobre lo gris y blanco que hoy está el día.
- Sí.
- ¿Sabes lo plagado que estarán hoy los blogs de lluvia y días grises?
- ¿De gente que viva aquí?
- De gente que viva en cualquier ciudad en la que esté lloviendo. Y sé palabra por palabra en lo que se va a convertir tu texto, el texto de todo el mundo.
- ¿ah sí?
- Si. Se llenará de hojas que aspiran a ser doradas, de la madera mojada de los bancos, de los charcos que están naciendo, del ladrillo oscurecido por el agua.
- ...
- De la piel erizada y el gesto de volverte pequeña bajo el jersey. De un cielo al alcance de la mano, blanquecino y desgarrado. Del recuerdo de katiuskas y trenkas rojas.
- ...
- Seguro que no faltarán unas manos frías a las que nadie sujeta para darles calor, ni el aluminio empañado de la ventana. Tampoco la hierba muerta de color marrón. Ni el brillo de la tierra que se pega a los zapatos porque quiere formar parte de algo menos infinito.
- A veces llego a odiarte.
- No lo hagas. Solo pretendo ayudarte.
- ¿Sabes lo que no has mencionado?
- No, ¿qué?
- Pues - sonrío - Paraguas.
- Lo vas a escribir de todos modos, ¿verdad?
- No, no lo haré.
6 comentarios
DouhSwotton -
Petersellers -
Quizá sea tarde para contestar, pero sabes que soy lector ocasional. Eso sí, procuro ponerme al día. Muchos besos.
Ardid -
pd:tienes un regalito entre mis banners ^^
Deyector -
nadie cuidado, las ancianas son muy rápidas, tanto a la hora de ensartarte en un paraguas como de robar sitios en el bus
nadie -
Brochetas de ojos ensartados en paraguas de anciana prepotente.
FreakBeast -
¡Editores del mundo, saquen sus apergaminadas narices de los 4 nombres de siempre!¡Aquí hay oro!
Insisto, tu prosa me parece simplemente magnífica, sobre todo en el mar de mediocridad de los blogs.
Hace mucho, mucho tiempo que no leo nada tan evocador como lo que sueles escribir, y que transmite tanto en tan poco.
Me da de lado que piensen que te hago la pelota: el que vale vale e insisto, aquí hay oro.