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A veces las palabras se atragantan en la boca. Intentan salir, abrirse paso desde donde han sido pronunciadas hasta ese momento glorioso en el que el aire en el exterior produce un sonido que se derrama, esperando ser interpretado. Si eso no ocurre, las palabras tienen un corto periodo de vida, y perecen asfixiadas luchando por ser oídas. Las razones por las que esto sucede son muchas. La mayoría de las veces conscientemente no las dejamos estallar en el exterior, así que implosionan y son olvidadas.
Con los deseos ocurre lo mismo. Cuando no se permite que un deseo se inflame y explote, acaba por morirse. Y un deseo muerto dentro de nosotros pesa mucho más que una palabra que se ha desintegrado.
Con los deseos ocurre lo mismo. Cuando no se permite que un deseo se inflame y explote, acaba por morirse. Y un deseo muerto dentro de nosotros pesa mucho más que una palabra que se ha desintegrado.
4 comentarios
nadie -
Pero es verdad que los deseos muertos huelen peor que las palabras olvidadas.
la mosca tsetse -
Nepomuk -
vivi -
-PAAAAAAAAAAU!!!