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Frustarado. Memorias de un paraguas transilvano.

¡Protesto Señorita!

Un día cualquiera

Un día cualquiera

Un día cualquiera, escribes esto pensando en los límites absurdos a los que podemos llegar, en que el mundo cada vez se parece más a la novelas a las que no debería parecerse y sonríes al ver el resultado.


Otro día, un escalofrío te recorre la espalda cuando descubres esto otro.



Pero al menos, hoy volvieron los vencejos.

Mi blog está escunchunflado

¿quien lo desencunchunflará?

El desenconchunflador que lo desenconchunfle

buen desenconchunflador será! 

 

Mis pinitos con el html se han convertido en engendros mezclas de cardo borriquero y matojo de salicón. Si alguien puede ayudarme y quiere, se lo agradeceré infiniiiiiiiiiiitamente. 

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Cumplo con mi deber.

Cumplo con mi deber.

En respuesta a una agradable invitación.

“Veamos hay que buscar cinco” pensaba “pero tengo la cabeza completamente vacía, o es que hay demasiadas de las que me gustaría hablar”. Miró al cielo un par de veces y olfateó el aire en busca de pistas. “¡ya sé!” se dijo “Maui kadife porque me la presentaron como una obra profunda y yo solo conseguí ver un canto a lo grotesco y además sin gracia”, cogió aire para decir en voz baja “Velluto blue porque hasta en la historia fácil es sosa”, y animada levantó la voz “Terciopelo Azul porque me hizo sentir vergüenza ajena en algunos momentos” y entonces descubrió la gran verdad “Blue Velvet por hacer perder mi tiempo moneando ante mí disfrazado de arte”

Igual esta chica tan mona tiene algo que añadir.

(Pido disculpas a mi anfitrión, pues sospecho que a él si le gustaron bastante las películas que acabo de decir)



Meme-insolado.

Meme-insolado.

Deyector ha tenido la amabilidad de invitarme a hacer esta cadena. Sería el primer "meme" de Frustarado. Una cadena para exponer tus manías ante los ojos de los demás y que así el resto del mundo se sienta un poco menos raro.

Disfrazada de sí misma, pero mucho más vieja, emprendió un viaje para adivinar quién había sido en la vida. Contactó con gente aquí y allá, gente que ella pensaba que podían haberla llegado a conocer bien o mal. Éstas fueron las respuestas que obtuvo después de escuchar:

- Sí, era la chica que se retorcía el pelo. Elegía un mechón cualquiera, de los que se le escapaban de la coleta, resbalando por su nuca, o los más rebeldes que no querían formar parte ni de la melena ni del flequillo. Y luego, con una asombrosa rapidez, lo hacía girar y girar en su dedo, para luego parar en seco y acariciar la punta. Y tan concentrada la veías, que te sorprendías a tí mismo convirtiendo un mechón de tu propio cabello en un rizo que se ondulaba entre tus dedos. Era un bucle cerrado.

- A la hora de dormir, buscaba ansiosamente entre la ropa de cama hasta atrapar un borde de su manta rosa. Desgastado como estaba,ella seguía frotando su dedo pulgar contra esa suavidad conseguida a base de tiempo y caricias. En verano, acomodaba la manta a sus pies, y era su empeine el que  la recorría, hasta que se quedaba dormida. A veces, incluso, la he visto agarrar la manta entre sueño y sueño, y sonreir.

- ¿Guardar cosas? Sencillamente las acumulaba. Tenía las paredes a rebosar de chinchetas y de cada una, pendían como en un racimo apretado, fotos, papeles, envoltorios, tickets, billetes de autobús y metro... De cada objeto era capaz de extraer un recuerdo, aunque ese objeto fuera un paquete de tabaco vacío con una firma estampada en el dorso.

- Si tenía ganas de estornudar, comenzaba a olisquear el aire como un cachorrillo en busca de una golosina que le ofrece su dueño. De repente, paraba en una posición concreta, su naríz apuntando al sol. Y después de estar durante unos segundos con los ojos guiñados a consecuencia de la luz que estaban recibiendo sin miramientos, estornudaba. Tres veces seguidas. A veces cuatro.

- Cuando entraba en un vagón de metro o de tren, solía inspeccionar a la gente que había a su alrededor. Pero no se fijaba en la ropa, ni los zapatos, ni en los bolsos. Nisiquiera prestaba atención a las caras. Sus ojos se clavaban en las lecturas de la gente, y sus oídos sintonizaban la música de aquellos que se sentaban cerca. Si topaba con algo que le gustara, o con alguien leyendo entusiasmada un libro que ella había leído, sonreía. Si escuchaba una música agradable, intentaba agudizar el oído todo lo que pudiera. Pero si alguien la obligaba a escuchar algo que no le gustaba nada, intentaba fulminarlo con la mirada. Bueno, solo sus zapatos. Al resto no se atrevía.

He decidido no pasar esta cadena. Me gusta descubrir las manías de la gente por mí misma, porque significa que la persona te ha dejado que las vieras.

Y van...

Otro paraguas que se independiza.

 

¿Tan mal lo hago? 

Vicios.

Vicios. La puerta de la terraza me da calambre. Cada vez que acerco un dedo al aluminio con la intención de salir a fumar un cigarro, recibo un latigazo que me hace sacudir la mano instintivamente. Estoy comenzando a sospechar que sea un método de disuasión anti-tabaco. Algo así como el escalofriante método de adiestramiento anti-literatura y anti-naturaleza que aparecía en Un mundo felíz.

Lo que realmente me da miedo, es que acabe volviéndome adicta a esos calambrazos traicioneros. Y salga a fumar más a menudo, como excusa para recibir una de esas estimulantes y electrizantes descargas...

Contradicciones (mis) II

Que al final no tenga que marchar mañana y así no tener que volver pasado.

Contradicciones. (mis)

Contradicciones. (mis) Que al tomarme un par de cafés a altas horas de la mañana, el sueño me venza a traición.
Que cuando te apetece abrazar a alguien, porque se lo merece, para darle las gracias, o simplemente porque sí, la distancia no te lo permita.
Que una frase sincera te deje sin palabras.
Que al dormir poco descanses mucho.
Que algunas cosas apetecibles, no apetezcan tanto como pensabas.
Que te pongas nerviosa cuando estás tranquila.
Que pocas cosas me importen mucho y muchas cosas me importen poco.
Que me marche mañana para volver pasado, para volverme a ir dos días después.

Cordón Umbilical.

Cordón Umbilical. V odia los boquerones y las sardinas desde que en el hospital, confundieron su peritonitis con un cólico. P adora el puré de verduras algo espeso y las hojas amarillas de la lechuga. V no soporta el chorizo en las lentejas y se le atragante cualquier puré, excepto la crema de calabacín. A P le gustan las tostadas de pan blanco y la mermelada de fresa.

V mira al cielo cuando su madre le hace llegar volando un trozo de chorizo a su plato de lentejas y sujeta un boquerón bajo su nariz a la hora de la cena. Sabe que enseguida le servirán un plato de puré, y no será crema de calabacín. Y se acuerda de P.

P deja pacientemente el cubierto en la mesa y va a la cocina porque su madre le ha aguado el puré y la anima a comer esas hojitas verdes de lechuga que tanto le gustan. Allí mira con resignación las rebanadas de pan integral y la mermelada de ciruela que hay en la nevera. Y se acuerda de V.

¡CUIDADO! ¡Es una.....maleta!

¡CUIDADO! ¡Es una.....maleta! Sí, una peligrosa, horrible, malvada y pérfida maleta. O eso parece por como la miran los que caminan a tu alrededor en el metro cuando te ven portando una. En realidad hay dos tendencias (como siempre). La cobarde y la valiente.

La cobarde es de las más típicas. La gente te ve aparecer arrastrando tu "trolley" a duras penas, y espantados se apartan de tu camino mirándolo con horror. Si por un casual se te vuelca a la entrada de las escaleras mecánicas, una horda sobresaltada, pegará un salto hacia atrás extendiéndo los brazos, soltando un leve "ahh" y mirándo detenidamente sus pies para ver si aún tiene los dos, o la maleta los ha devorado durante su movimiento en falso. Al entrar en el vagón, la gente mirará tu maleta con odio reprimido y replegarán sus piernas bajo el asiento. Debe ser de la sabiduría del vulgo, eso de que las maletas se alimentan a base de extremidades inferiores, por eso si es verano, podrás observar como la gente atemorizada, encoge los dedos de sus pies enchancletados.

La tendencia valiente es la más molesta. Si bien, al igual que en la tendencia cobarde, no recibes ayuda, los fieles acérrimos de la valiente, además, (y perdonen la expresión), tocan las pelotas. Están equipados con un gen especial localizador de maletas, bolsos de viaje, mochilas voluminosas o cualquier cosa parecida. Y en cuanto encuentran una víctima comienza su ataque, que se puede llevar a cabo de diferentes formas. Una de ellas consiste en interponerse de cualquier forma entre tu maleta y tu persona. De ese modo conseguirán volverte loca mientras te ganas una hernia de disco al estirar el cuello hasta el límite para mantenerla vigilada. Otra, muy popular últimamente entre la sociedad metril, se produce en el instante de salir. Mientras esperas colocada en la puerta, con la maleta en posición para efectuar una salida limpia y sin incidentes, habrá un codo instigador alojado en tus costillas. Si consigue colocarse bien, sin que te percates tendrás al dueño del codo delante de tí, más cerca de la puerta que tú y posiblemente con sus pies (valientes, solos ante el peligro) justo en mitad del recorrido que las ruedas de tu equipaje han de tomar. Y la técnica más peligrosa y extrema de todas se desarrolla en las escaleras mecánicas y yo la llamo "técnica kamikaze". No sólo no se apartan espantados cuando tambaleante consigues colocar tu maleta en el escalón correspondiente y en un giro rápido, mantenerla pegada en el lado derecho para dejar paso. Sino que se lanzan en picado y se pegan tanto a la pobre, que parecen una simbiosis mutante algo extraña. Así que en el momento de bajar del escalón, has de ser sumamente rápida si no quieres acabar con alguien subido encima de tu maleta a causa del consiguiente tropezón y tú, arrastrando tus narices por el pulcro suelo de la estación.

Así que es esperanzador cuando consigues llegar a tu destino: Una estación de ferrocarril, autobuses de largo recorrido, o aquello que se conoce como el paraiso: El aeropuerto. Allí las maletas corren alegres y felices entre seres como ellas, y sus dueños, sin hostilidad ninguna, las miran con orgullo como hace un padre con sus hijos el primer día de colegio.

Dedicado II.

Dedicado II. .

Dedicado.

Dedicado. El siguiente artículo (es decir, justo el de aquí arriba) va dedicado a todos esos que dicen que lo que escribo es muy largo. Hala majetes, a disfrutarlo bien. Un beso.

Usted tiene ojos de mujer fatal.

Usted tiene ojos de mujer fatal. Situémonos en un sábado cualquiera de un verano cualquiera, de hace algunos años. Como durante ese año vino siendo habitual, los sábados los dedicaba a salir con un amigo mío en compañía de todo su grupo de amistades. El lugar elegido para estos sábados nocturnos era el barrio de Chueca en Madrid, barrio del cual conocían hasta los más esconididos rincones. Sabían, por ejemplo, que para entrar en el local de moda sin pagar la entrada (lo que equivalía a no poder beber nada porque te quedabas sin un riñón), había que buscar al relaciones públicas. Un chico cubano, bien parecido, que con una amplia sonrisa, acogía a nuestro grupo como una gran gallina clueca y no sólo nos dejaba pasar gratis y sin esperar colas, sino que además, nos invitaba siempre a tomar algo. Supongo que le gustaba la forma en la que mi amigo y su camarilla animaban el sitio. Una noche de tantas, mientras miraba con envidia los estupendos movimientos de cadera que realizaba mi amigo al bailar, noté como desde la lejanía, un chico clavaba sus ojos en mí. Al principio, miré hacia los lados, pues no estoy acostumbrada a que chicos tan guapos (bueno, ni guapos, ni feos, reconozcámoslo) me miren con tanto descaro. Era alto, con un pelo rubio digno de un anuncio de champú, los ojos rasgados, y se apollaba distraidamente en la barra, mientras sujetaba su copa y me miraba con curiosidad sin ningún disimulo. Sin saber muy bien qué hacer, bajé la mirada y me puse a charlar con alguien. Al rato giré la cabeza, y me lo encontré bastante cerca, riendo con un grupo de chicos y chicas, todos ellos y ellas fantásticos y fantásticas, tanto que parecían salidos y salidas de un anuncio de cocacola. Sus ojos se volvieron a encontrar con los míos y yo bajé la cabeza azorada. Él sonrió y tímidamente le devolví la sonrisa. (¡sí, estaba flirteando, aunque ni yo misma me lo creía del todo!). Animada porque me daba cuenta que ésto del tonteo al fín y al cabo no era tan dificil, comencé a retorcerme al ritmo de la música más hortera que había escuchado nunca. Entonces una de las chicas pertenecientes al grupo de mi amigo me dijo que si me iba al baño con ella. Le dije que sí, porque en ese bar, sorprendentemente, el baño de chicas siempre estaba vacío, así que no me dio ninguna pereza acompañarla. Caminaba distraida, cuando alguien se interpuso en mi camino. Levanté la vista y me econtré con su sonrisa profident, su cuerpo danone y su melena timotey. Me temblaban las piernas de emoción. "No me puedo creer que esté ligando" pensaba yo para mí misma. Entonces con su masculina y melodiosa voz me dijo: "Hola, ¿te puedo hacer una pregunta?". Sonreí (con esa sonrisa que siempre había ensayado en el espejo pero que nunca habia tenido la oportunidad de poner en práctica) e intentando poner mujer de voz fatal, le dije "sí, por supuesto". Entonces, sus maravillosas cejas se arquearon y me dijo: "Tú....¿Eres un tío o una tía?". Sería demasiado patético describir lo que en ese momento sentí. Sólo diré que le contesté con "una chica, claro", y me marché al baño. Ah, y que me ha costado muchos años el atreverme a pintarme los ojos de nuevo.

Trying in English.

Trying in English. Could I write it in English? I wonder it every night.
Could I? Should I?...maybe I could...
But my teachers say "no, you can't" "Your English is a mess!"
And I say..."hey...why is it a mess? It is not your English, it is my English"
It is the same excuse I tell my parents when we talk about my bedroom "It is my bedroom, not yours...Don't tell me where I have to place my shoes!". It doesen't work with my parents...I suspect it won't work with my teachers....

De mis responsabilidades.

De mis responsabilidades. El ecosistema de pelusas que hay bajo mi cama, se está empezando a rebelar. La última ha sido sindicarse y crear una asociadión de vecinos. Me piden zonas verdes, piscina municipal y boca de metro. Como no haga algo, me huelo que van a empezar a manifestarse por toda la casa. ¡Quién me mandaría meterme en política!

Propósito o Despropósito.

Lista de cosas a añadir en mi blog para que la gente lo lea y me deje sus comentarios;

1. Poner muchos tacos, sobre todo "cojones", es el que más he leído por ahí.
2. Hablar de sexo todo lo que pueda y más aún.
3. Poner a caldo a mis amigos, famiiares, conocidos y desconocidos. Y si puedo, también a algún personaje popular (los de gran hermano y eso)
4. Hacer listas...es un recurso muy popular. Mira, eso ya lo estoy cumpliendo.
5. Hacer contínuas referencias a lo culta y maravillosa que soy. Y que la gente se asombre, cuando vean que pese a eso, soy capaz de bajar de las alturas a escribir cosas como "cojones".
6. De vez en cuando, concederme una extravangancia, como recitar un poema sobre primaveras y pájaros. Y si me quedan fuerzas, sobre las flores.
7. El número siete, admite sugerencias.
8. El número ocho , admite sugerencias.
9. El número nueve, admite sugerencias.
10.Decidirme a hacer todo esto algún día.

La voz de la razón.

"Tú blog no es gracioso" - puñalada- "k tienes con.... los arboles, y el viento??" - sorpresa y repuesta "podría-hablar-de-las-voces-que-dan-los-del-bar-pero-no-quedaría-igual"- "hombre no kedaria tan bohemio"-puntilla- "yo estaba buscando algo asi, no tanto arbol y viento, y el ruido de las hojas del arbol cuando les da el viento" -remate-. No me han cortado las orejas, pero poco ha faltado. El rabo no podrían cortármelo. Es un alivio.

Mundo matutino ( o los monstruos no salen de noche)

Mundo matutino ( o los monstruos no salen de noche) La mañana es uno de esos momentos del día que suele aborrecernos, en cualquiera de las etapas de nuestra vida. Solo existen dos tipos de mañanas agradables: Aquellas en las que al darte la vuelta, encuentras a alguien a tú lado al que no esperabas encontrarte, y esas otras en las que cuando te levantas, ya no es por la mañana.

Cuando eres un bebé, te despiertas por la mañana llorando porque tienes hambre, Cuando eres pequeña, te levantas por la mañana para ir al colegio. Cuando creces, tienes que ir a trabajar por las mañanas, y cuando eres viejo, siempre aprovechas las mañananas para perderlas en la sala de espera de la seguridad social.

Mis mañanas desde que empecé la facultad, son bastante peculiares. Durante todo un curso, comencé a levantarme tan temprano que algunos pájaros se asomaban ofendidos para mandarme callar. Esas mañanas eran bastante tranquilas. Las calles estaban vacías y solo me cruzaba con algún madrugador como yo, o algún juerguista despistado que regresaba a casa abrazando un montón de porras envueltas en un papel grasiento.

Bien, despues de ese año, cambié mi recorrido matinal, por lo que podía levantarme a horas más prudentes. ¡Oh ingénua de mí! ¡No sabía que lo que me esperba a cambio de una hora más de sueño, no era otra cosa que el crudo universo madrugador!....y en uno de los peores infiernos que nadie jamás pudiera haber imaginado: El metro.

¿qué podemos encontrar en el metro a éstas horas que deberían estar prohibidas para señoritas decentes como yo? Para empezar un montón de gente histérica, ansiosa por llegar a su destino. Esa masa sin forma de orejas, bocas y cejas, tiene un único objetivo: Entrar antes que tú por la puerta del vagón. Para ello no dudan en utilizar sus afilados codos, que de tanta práctica, reaccionan solos como en un acto reflejo, y son capaces de encontrar tu estómago en milésimas de segundo.

¡Me río yo de los combates de lucha libre! La estrategia forjada durante años de esperiencia metril, puede mostrar el maravilloso espectáculo de ver como una, aparentemente poco ágil, mujer de 55 años le arrebata el asiento a un chico de 20, despues de un intenso y rápido forcejeo apenas perceptible por el ojo inexperto.

Y si pensaban que la figura del "empujador" es algo que solo podríamos encontrar en Japón, están muy equivocados. Lo único que aquí, tienen puriempleados a los empleados de metro (habitualmente llamados metreros en la jerga madrugadora de curritos y juerguistas trasnochadores). Es el metrero el que se encargará de empujar a los "señores viajeros", olvidando el respeto que esa frase implica, y consiguiendo que sientas en tus propias carnes, lo que debe sentir una butifarra cuando la embuten.

El grado de intimidad que se consigue en un viaje en metro a esas horas de la mañana, con el resto de la población, hace que desde mi punto de vista, estos viajes deberían ser recomendados, recetados y subvencionados por la seguridad social, en el caso de enfermedades depresivas. La confianza que da el poder olerle el jabón de afeitar y el desodorante (en el mejor de los casos), al señor que tienes pegado contra tí en una posición que fuera de contexto podría ser causa de pena carcelaria, y al que no conoces de nada, no tiene precio.

Alguna vez escuché, que el parto, es el primer trauma por el que tenemos que pasar en la vida. Pero los afortunados y adas que consiguen superarlo, se enfrentan mejor a los problemas cotidianos. Yo no tengo ese privilegio. Una césarea que casi me deja sin ascendente femenino directo, me convirtió en ese tipo de personas poco resueltas que se paralizan ante un problema de difícil solución. Bien, todo eso cambió con el uso de subterráneo. La hora de salir, hace que recuerde mi propio nacimiento por parto natural, incluso aunque no lo haya vivido. Unos minutos antes de llegar a la estación, la gente comienza a tomar posiciones, y los codos vuelven a cobrar protagonismo. En el momento que las puertas se abren, toda una masa viva tira de tí hacia atrás (una de las razones por las que abandoné mi querida mochila sustituyéndola por un bolso), mientras tú inclinas hacia delante todo tu cuerpo, enfocando con tu cabeza la luz que se ve al fondo....Lo que ocurre es que simultáneamente a la toma de posiciones dentro del vagón, se ha producido otra en la estación de destino. Y cuando piensas que ya puedes respirar aire porque tu nariz ha cruzado el umbral, te encuentras un batallón dispuesto a introducirte de nuevo en el vagón a la mínima que te descuides.

Si has conseguido salir entera del vagón, sin dejar ninguna de tus partes (cabeza, tronco "u" extremidades), queda todavía otro obstáculo a superar. Un obstáculo combinado, diatlon mañananera, que se llama "escalera mecánica-puerta de salida". No entiendo a esas personas que hacen un adelantamiento peligroso en el momento en el que tu pie, suspendido en el aire, va a posarse sobre el primer peldaño de la escalera mecánica. Y lo hace sólamente para colocarse un escalón delante de tí, pararse y encenderse un cigarro, y poder así ahumar tu cara a placer si tener que caminar.

El caso de la puerta no es diferente. Confiada en que tu predecesor sujetará la escotilla hasta que la alcances, bajas la guardia. El golpe que recibes no te deja pensar con claridad, hasta que la señora que no mantenía la distancia de seguridad que dictan las leyes no escritas entre viandantes y peatones, se queja porque has pisado su zapato. Amablemente pides perdón y sujetas la puerta, para que no le pase lo que a tí, no se vea embestida por unos 30 kilos de metal y cristal blindado (con el que solo pueden las piedras lanzadas por juventudes botellenescas). Y sorprendida observas, como ella, digna como solo puede serlo una viajera matutina (abrigo de piel de conejo, maquillaje de los 70 y bolsa de plástico de colores no inventados en la mano), se cuela entre tu brazo y la puerta, dejándote con pinta de portero de discoteca que se quiere jubilar y sin tiempo para evitar que se te cuelen dos o tres usuarios más.

¿Escalofriante verdad?, superé mi miedo a la oscuridad solo con pensar en los viajes "mañaniles" de lunes a viernes. Ahora mis pesadillas son mucho peores.

nota para los conservadores de la lengua: de noche