Usted tiene ojos de mujer fatal.
Situémonos en un sábado cualquiera de un verano cualquiera, de hace algunos años. Como durante ese año vino siendo habitual, los sábados los dedicaba a salir con un amigo mío en compañía de todo su grupo de amistades. El lugar elegido para estos sábados nocturnos era el barrio de Chueca en Madrid, barrio del cual conocían hasta los más esconididos rincones. Sabían, por ejemplo, que para entrar en el local de moda sin pagar la entrada (lo que equivalía a no poder beber nada porque te quedabas sin un riñón), había que buscar al relaciones públicas. Un chico cubano, bien parecido, que con una amplia sonrisa, acogía a nuestro grupo como una gran gallina clueca y no sólo nos dejaba pasar gratis y sin esperar colas, sino que además, nos invitaba siempre a tomar algo. Supongo que le gustaba la forma en la que mi amigo y su camarilla animaban el sitio. Una noche de tantas, mientras miraba con envidia los estupendos movimientos de cadera que realizaba mi amigo al bailar, noté como desde la lejanía, un chico clavaba sus ojos en mí. Al principio, miré hacia los lados, pues no estoy acostumbrada a que chicos tan guapos (bueno, ni guapos, ni feos, reconozcámoslo) me miren con tanto descaro. Era alto, con un pelo rubio digno de un anuncio de champú, los ojos rasgados, y se apollaba distraidamente en la barra, mientras sujetaba su copa y me miraba con curiosidad sin ningún disimulo. Sin saber muy bien qué hacer, bajé la mirada y me puse a charlar con alguien. Al rato giré la cabeza, y me lo encontré bastante cerca, riendo con un grupo de chicos y chicas, todos ellos y ellas fantásticos y fantásticas, tanto que parecían salidos y salidas de un anuncio de cocacola. Sus ojos se volvieron a encontrar con los míos y yo bajé la cabeza azorada. Él sonrió y tímidamente le devolví la sonrisa. (¡sí, estaba flirteando, aunque ni yo misma me lo creía del todo!). Animada porque me daba cuenta que ésto del tonteo al fín y al cabo no era tan dificil, comencé a retorcerme al ritmo de la música más hortera que había escuchado nunca. Entonces una de las chicas pertenecientes al grupo de mi amigo me dijo que si me iba al baño con ella. Le dije que sí, porque en ese bar, sorprendentemente, el baño de chicas siempre estaba vacío, así que no me dio ninguna pereza acompañarla. Caminaba distraida, cuando alguien se interpuso en mi camino. Levanté la vista y me econtré con su sonrisa profident, su cuerpo danone y su melena timotey. Me temblaban las piernas de emoción. "No me puedo creer que esté ligando" pensaba yo para mí misma. Entonces con su masculina y melodiosa voz me dijo: "Hola, ¿te puedo hacer una pregunta?". Sonreí (con esa sonrisa que siempre había ensayado en el espejo pero que nunca habia tenido la oportunidad de poner en práctica) e intentando poner mujer de voz fatal, le dije "sí, por supuesto". Entonces, sus maravillosas cejas se arquearon y me dijo: "Tú....¿Eres un tío o una tía?". Sería demasiado patético describir lo que en ese momento sentí. Sólo diré que le contesté con "una chica, claro", y me marché al baño. Ah, y que me ha costado muchos años el atreverme a pintarme los ojos de nuevo.
3 comentarios
nadie -
Yo una tía... ¿Y TU?
Freakbeast -
O sea que la cara de gilipollas si que me la imagino , si.
Una cosa:
¿Por qué coj..... las mujeres vais al baño en grupos?
Nadie jamás va a ¿desvelarme el gran secreto?¿Dan dos por uno de algo?
Qué desazón....
el comeorejas -