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Frustarado. Memorias de un paraguas transilvano.

Un Cuento.

Un Cuento.

"Las dos chicas caminaban algo más despacio que el resto de personas a su alrededor.

La chica del paraguas observaba la sombra de la que iba detrás de ella. Tenía frío, y la mano con la que sujetaba el mango del pequeño toldo en forma de champiñón, empezaba a escocer al recibir el aire helado sin ningún tipo de protección. La sombra que observaba no tenía paraguas. Llevaba un abrigo largo y caminaba encogida, como si alzando los hombrios las gotas que le caían encima mojaran menos.

La chica del abrigo largo intentaba no arrastrar demasiado los pies, porque los bajos de sus pantalones estaban completamente empapados. Caminaba al mismo ritmo que una chica menuda que portaba un paraguas casi diminuto. Algo más de lo que ella tenía, pero apenas nada. Se mantenía unos pasos rezagada, pero la sensación de compañía se hacía patente con sorprendente facilidad, y aunque debería asombrase, no lo hizo.

Entonces la chica del paraguas comenzó a tararear una canción. Apoyando el minúsculo hongo impermeable sobre su hombro derecho, apenas lanzó cuatro palabras al aire. La chica del abrigo largo, reconoció aquellas cuatro sonidos, e instintivamente continuó con otros cuatro. La portadora del paraguas se giró y sonrió mientras seguía tarareando. Se acercó a la chica del abrigo largo que también cantaba y la cubrió con su paraguas, que ahora parecía más grande. "Yo solo te puedo ofrecer una melodía", le dijo la chica del abrigo mientras sujetaba el paraguas, y 
la recién liberada guardaba su mano en el bolsillo. Y se alejaron caminando juntas..."

-¿De verdad?

-No, en realidad ni se miraron.

4 comentarios

carlos -

preciosa historia!!!

*

nadie -

Gracias.

Deyector -

Probablemente la que iba por delante iría mirando por el rabillo del ojo pendiente de si tenía que clavarle el paraguas a la otra a modo de arma defensiva. Nos hacen monstruos

Ella y su orgía -

Qué bien que promociones el buen rollo en días como el de ayer, en el que a los viandantes nos corroe la mala leche porque los coches salpican impunemente nuestra empapada dignidad.
Hoy no ha llovido, pero si mañana diluvia me echaré a la calle a pelo, con la única protección de una melodía en mi mente.

Abrazo orgiástico.