I left my umbrella at home
Un día dijo basta, y decidió olvidar.
Primero de todo olvidó los malos ratos. Aquellos minutos interminables en los que la angustia se apoderaba de ella y la habitación se hacía demasiado grande y ella demasiado pequeña. Luego olvidó las regañinas y los enfados. Los gritos, las palabras más altas que otras, los insultos arrojados a la cara como un jarro de agua fría o lanzados por la espalda, calientes como un hierro al rojo. Más tarde se deshizo de las bofetadas, de los momentos tristes, de las decepciones y desilusiones todo de una vez. Pero no tenía bastante, así que decidió olvidar también los momentos de dolor físico. Y como aún le parecia poco, de un plumazo olvidó las lágrimas y los nervios que se agarrotaban en el estómago y en la voz. Frenética comenzó a olvidarse también de la desorientación, las frases de ánimo y también de las de compasión. Le siguieron las confesiones y las carcajadas, pero luego se animó y también desterro las risas y las sonrisas. Las bajadas de ojos, las caricias, los abrazos, los saludos y las despedidas. Se olvidó de los amaneceres, de los atardeceres y de los crepúsculos. De las canciones y de los gritos, de los susurros, de los gemidos. Al final se olvidó también de los secretos inconfesables y de los inconfesados. Y cuando se olvidó de los besos robados, nunca más se volvió a levantar.
Primero de todo olvidó los malos ratos. Aquellos minutos interminables en los que la angustia se apoderaba de ella y la habitación se hacía demasiado grande y ella demasiado pequeña. Luego olvidó las regañinas y los enfados. Los gritos, las palabras más altas que otras, los insultos arrojados a la cara como un jarro de agua fría o lanzados por la espalda, calientes como un hierro al rojo. Más tarde se deshizo de las bofetadas, de los momentos tristes, de las decepciones y desilusiones todo de una vez. Pero no tenía bastante, así que decidió olvidar también los momentos de dolor físico. Y como aún le parecia poco, de un plumazo olvidó las lágrimas y los nervios que se agarrotaban en el estómago y en la voz. Frenética comenzó a olvidarse también de la desorientación, las frases de ánimo y también de las de compasión. Le siguieron las confesiones y las carcajadas, pero luego se animó y también desterro las risas y las sonrisas. Las bajadas de ojos, las caricias, los abrazos, los saludos y las despedidas. Se olvidó de los amaneceres, de los atardeceres y de los crepúsculos. De las canciones y de los gritos, de los susurros, de los gemidos. Al final se olvidó también de los secretos inconfesables y de los inconfesados. Y cuando se olvidó de los besos robados, nunca más se volvió a levantar.
2 comentarios
la sombrilla insolada contesta: -
Freakbeast -
Es curioso. Por los dos último apuntes tuyos que he leido, deduzco compartimos una devoción hacia lo melancólico y lo gris digna de Poe.
Tienes una facilidad tremenda para transmitir esos sentimientos de pena y esperanza juntos y revueltos en un color inaccesible.
enhorabuena.