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Frustarado. Memorias de un paraguas transilvano.

Inquilinos de verano.

Inquilinos de verano. Es un fantástico mundo el de los okupas veraniegos. Desde hace tres veranos, son cinco los que se instalan tranquilamente en los techos de mi casa. Dos de ellos son viejos conocidos. Dos bichejos de color verde limón, de estilizadas y delicadas alas y medio centímetro de largo. Caminan despacito, dando pequeños vuelos cortos posándose delicadamente sin ruido de nuevo en el techo. Este año, uno de ellos se ha adelantado. Será la avanzadilla, porque el pasado verano, llegó a haber overboking en los altillos de mi casa. El resto de la plantilla lo forman una polilla gorda y despistada que intenta desesperadamente romperme la lámpara...no puedo quejarme, su gusto estético demuestra ser mucho más refinado que el de mis padres. La acompaña un insecto alado indefinido de color oscuro. Es el más tímido de la plantilla, pocas veces sale a saludarme. El quinto fue una visita fugaz que no ha vuelto a repetirse. Creo que se marchó ofendido por el modo en el que le pedí gentilmente que se fuera. Estando yo felizmente reposando en el sofá, mientras enrojecía mis ojos con una película lacrimógena de madrugada, escuché el zumbido de lo que podía haber sido perfectamente un montacargas pidiendo atención. Al ver una sombra en la pared y escuchar el sonido metálico de mi lámpara al chocar contra algo, me imaginé que la polilla habría ganado peso durante el invierno. Pero al levantar la vista lo que ví fue un espectáculo maravilloso. Un murciélago de unas dimensiones bastante generosas daba vueltas y vueltas alrededor de las dos únicas luces que quedan con vida en los horribles brazos de la lámpara metálica. "¡Ah no!" me dije a mí misma "¡mamíferos de ningún tipo, tengan alas o no!" así que cerré la puerta del comedor para que no se instalara cómodamente en ningún otro rincón de la casa. Luego me dí cuenta por su comportamiento que probablemente tuviera un importante transtorno de personalidad y se creyera polilla. Pensaría que el mejor modo de ser aceptado entre los demás insectos, sin que éstos desconfiaran y temieran por su vida, era alojarse en una casa de tan buena reputación como la mía. Así que intenté dialogar con él, amablemente. Pero no parecía escucharme. Tenía el mismo empeño que mi inquilina la polilla: acabar con mi lámpara de techo, aunque obviamente el murciélago amenazaba con conseguirlo...y supongo que a mis padres no les valdría como excusa "un murciélago esquizofrénico se ha cargado la lámpara" y sospecharían de mí. Busqué a la polilla para que me ayudara, pero habiendo reconocido a un depredador natural, se había recluído entre mis trofeos de voleibol y demás figuritas de bodas y recuerdos de la geografía mundial. Así que no me quedó otro remedio. Tengo que velar por el buen nombre de mi casa. Y admitir un murciélago entre mis inquilinos no colaboraría a ello. Cogí el cepillo de barrer y lo expulsé de mi comedor, no sin que antes tirara al suelo y rompiera en mil pedazos una escalofriante figura de porcelana en forma de borreguito. Si vuelve por aquí algún día, le daré las gracias por ello.

4 comentarios

Freakbeast -

En justa correspondencia al comentario que has realizado en mi blog, haciéndome ver que no estoy solo en el universo binario, es mi obligación aclararte que si no he incluído el término "joputa" ha sido porque aquí donde vivo, Asturias, Patria querida, ese término tiene mas connotaciones jocosas y divertidas que insultantes. Es el término que se usa para definir a un amigo que liga mas que tu pero al que en el fondo adoras, por ejemplo. eso si, me reitero en que un buen "Hijoputa" dicho de manera vehemente, desahoga y define al destinatario/a del dudoso elogio. Sin duda, esto me viene de mi pasión por Don A.P. Reverte y sus verdades como puños...
En fin, gracias por su visita, vuelva cuando quiera, y pase usted un buen verano,que cmpañía veo (leo) que no le falta.

Jaime -

Leyendo tu historia me he acordado del piso donde vivía antes, planta baja, mucha humedad y muchos insectos que venían desde el jardín de al lado. Un día vimos una mancha roja en el techo pero no le dimos importancia. En los días siguientes comenzó a expandirse, y al subirnos a una silla vimos que eran gusanitos que acababan de salir del huevo y se buscaban la vida. Otro dia, localizamos de donde venía un extraño ruido: detrás del sillón, una polilla intentaba escapar de una telaraña. Demasiado tarde.

la sombrilla insolada contesta: -

Qué feliz me hace Sr. Durrell...si ve por ahí a su hermano Gerry, dele recuerdos de mi parte.

Larry -

!!Ésta niña esta loca, murciélagos en el salón!!!