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Frustarado. Memorias de un paraguas transilvano.

Fiebre del Sábado (santo) Noche (mis años mozos II)

Fiebre del Sábado (santo) Noche (mis años mozos II) La discoteca de verano, gozaba de una pista de baile que contaba con un palco intentando imitar el estilo griego y cinco escalones enormes, enyesados y pintados, que hacían las veces de tarima para bailar. Las 17 primaveras de mi amiga estaban en todo su esplendor y lo demostraban a toda la concurrencia masculina que por allí caminase. Mis 17 años pasaban más desapercibidos, y solo llamaban la atención a la concurrencia femenina que criticaba mis extrañas ropas y las trenzas de mi pelo.

Como tantas noches, mi compañía habitual desapareció por la puerta de la mano de un chico buen parecido, y yo me quedé con un grupo de personas que fueron desapareciendo poco a poco. Para cuando esto ocurrió, yo me encontraba charlando con dos chicos a los que conocía vagamente, de haberlos visto anteriormente en algún sitio, pero sin saber especificar cuál.

Animada por la música pachanguera que reventaba mis oidos, me subí en el primer escalón y comencé a bailar. (Creo que en ese momento conseguí reunir sobre mi persona, más miradas femeninas de las pueda reunir en toda mi vida junta). Uno de mis dos consortes, un chico moreno de complexión fuerte, se animó y se subió conmigo a bailar. Lo hacía realmente bien y animó a su compañero a que hiciera lo mismo. Acabamos subidos en el tercer escalón (cosa que rozaba los límites de la imprudencia en un pueblo como aquel) y convenciendo al pincha discos para que cambiara de música.

Conseguí persuadir al chico moreno para que todos las copas a las que pretendía invitarme se convirtieran en cervezas, y así logré mantenerme en pie. Cada cierto tiempo, mi pareja de baile miraba el reloj y me gritaba al oído "¡Y a las cinco al campo!". Voy a explicar esto de ir "al campo" para los que sean muy urbanitos. Para las gentes del mal llamado "mi pueblo", alrededores y supongo en cualquier entorno rural, ir "al campo" no supone ir a pasar el día de picnic a las afueras de la ciudad. Supone marchar a un terreno ocupado con vides, olivas o cereal, y trabajar allí podando, cavando, regando o arando hasta más o menos las dos de la tarde. Cuando me decía ésto, yo miraba sorrpendida el reloj "te quedan dos horas" le decía, a lo que él sacudía la cabezay contestaba "¡ya no duermo!". Cuando dieron las cinco, le miré angustiada y me vociferó "¡A las cinco ya no llego, tendrán que ser las seis!".

A las cinco y media, amablemente me acompañaron a casa y marcharon a cambiarse de ropa para comenzar una molesta jornada de trabajo en domingo, que asumían sin ninguna pesadumbre por su parte.

El domingo, durante la hora del café, la amiga que me abandonó, me contó sus venturas y desventuras con su pareja nocturna y luego me dijo "Bueno....¿y tú qué?, sabrás que todo el pueblo está hablando de tí hoy", a lo que yo sorprendida respondí "Anda y ¿por qué?, si solo estuve bailando un rato, ni que nunca me hubieran visto subida a los escalones pegando brincos..." "hombre, ya", replicó mi amiga "Si por tí no era, pero nunca habían visto a los dos seminaristas tan animados...Sabías que los dos toman los hábitos este verano ¿verdad?"

Entonces recordé de que me sonaban las caras de mis dos bailarines del sábado noche. Los había visto caminar detrás de la procesión, vestidos de monaguillo, mirando con pasión un cristo agonizante mientras sujetaban una vela.

2 comentarios

FreakBeast -

Quería decir: "hasta los 19 o 20"... demasiado calor, demasiada cerveza.

FreakBeast -

Yo me he pasado mi adolescencia entre libros, y siempre, hasta los 19 o 29 años, había echado menos noches así.
Gracias a Crom, mi amigo Bafomet y compañía llenaron ese hueco años despues. Y la parte de la procesión y el pueblo acabó por ponerla Lois mas años después. así que a ,mis 30, creo que tengo 18 reales...