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Frustarado. Memorias de un paraguas transilvano.

Anhelos.

Anhelos. En mi imaginación es otoño.
Es otoño y yo llevo un abrigo marrón de paño, bufanda y guantes. Camino por la calle llena de hojas secas, de una ciudad bonita, silenciosa, y llena de gente que pasea sin importarle el viento que comienza a soplar. Llamo a una puerta y me recibe una sonrisa. Y en una habitación casi sin iluminar, nos apiñamos un grupo de personas, que fumamos, charlamos, reímos y escuchamos la música procedente de un aparato entorno al cual todos estamos sentados. De vez en cuando, nos callamos y el silencio se llena solamente con acordes. Algunos cerramos los ojos, otros miran por la ventana. Si alguien saca un libro, se abre por cualquier página y se leen las palabras, y quedan suspendidas entre nosotros y las notas arrancadas de una guitarra, o de un piano, o de un tambor. Cuando hace frío, nos arropamos unos a otros, con mantas y abrazos. Y cuando la botella, llena de un licor que embriaga pero no emborracha, se acaba, Regresamos paseando, escuchando nuestras pisadas en las aceras húmedas por la leve lluvia que ha caído.
Pero sólo en mi imaginación.

2 comentarios

Freakbeast -

¡Dios que nostalgia!
¡No habré hecho yo cosas parecidas en su día!
Pero como dice la canción de Celtas Cortos, "hoy no queda casi nadie de los de antes, y los que hay, han cambiado...."
Los pelos como escarpias se me han puesto.

ella/lei -

Me gustaría ser una de esas personas!