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Frustarado. Memorias de un paraguas transilvano.

De olores y recuerdos....

De olores y recuerdos.... Un domingo como otro cualquiera. Sin demasiados planes. Un domingo cansado. Y alguen propone ir a patinar. Nos alejamos unos kilómetros para encontrar un pabellón de hielo que nos guste. Y al entrar, mochila al hombro, siento como me da un vuelvo el estómago. ¿Acaso estoy nerviosa por patinar? ¿Me preocupa que mi pies no quepan ya en mis patines?...Pero he comprendido enseguida. El olor del hielo me ha puesto nerviosa. Era la misma sensación que me provocaba a los 14 años, cuando pasaba tardes enteras en una pista de patinaje sobre hielo, riendo, hablando, llorando, contando...en fín, creciendo. Curioso sitio para crecer. Curioso sitio para comenzar a sentir esas cosas que se sienten a los 14 años. Muchas emociones, o quizá lo que a mí entonces me parecían emociones, acompañadas por el olor característico y metálico del hielo consegido a base de mucha agua y gas natural. Lo mejor ha sido al mirar a mi alrededor. Y al ver las caras que se deslizaban a mi lado, igual que antaño, exactamente igual que en aquellas tardes, he comprendido porqué el olor del hielo es para mí algo especial.

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