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Frustarado. Memorias de un paraguas transilvano.

Asociación de ideas

Asociación de ideas

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Cuando el amanecer rompía el cielo ya hacía largo tiempo que el entrechocar de aluminio acompañado de las voces de las mujeres, siempre animadas pese a la hora temprana, había comenzado. Las manos viejas que ordeñaban la cabra lo hacían con arte y cargadas de experiencia, pero siempre vigiladas de cerca por varias decenas de ojos que protestaban si al moverse demasiado rápido, llenaban de espuma el cantarillo en lugar de hacerlo de rica leche.

                En una casa cualquiera, el olor a pan frito despertaba a las hijas. El aroma del aceite caliente siempre auguraba un frío cortante en el exterior, dañino, punzante, en exceso doloroso.  La jornada comenzaba así, con olor a comida, para recordarles la razón por la que habían de madrugar, resquebrajar sus manos bajo el rocío helado y congelar sus pies en una larga caminata hasta la tierra de labor.

                Después del pan y el café, como en un ritual, el padre abría un frasco, extraía algunas cerezas del tamaño de albaricoques y vertía un poco del líquido cristalino en el que nadaban en un vaso.  <<No le des eso a las chicas, que no les va a sentar bien>>  <<¡Calla, mujer!>> Contestaba el padre <<No sabes lo bueno que es el Aguardiente para algunas cosas…>>

Si el padre hubiera podido conocer a su nieta, ella le diría hoy <<Yo sí lo sé>>

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4 comentarios

taticha -

Nunca sé qué comentar en tus escritos. Pero me encantan. :-)

la sombrilla insolada -

:Doooooooooce (la sonrisa de siempre ha aprendido a decir su primera palabra)
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Anuski, gracias; una asociación de ideas de las mejores que he tenido nunca. Besos para tí también, working girl!

Anuski -

¿Eso lo has escrito tú?
Está muy muy bien, muy chulo en serio.

Un besazo guapa, a ver si hablamos y nos podemos ver un ratillo.
MUAAAAAAAAAK!!!

Moved Penguin -

Jo.

Jo.

Hala, ya me he vuelto a quedar sin palabras.

Doce.